La Pinochada de Vinuesa tiene lugar llegado el día 16 de agosto y es una de las ceremonias que más visitantes convoca y por la que son aún más conocidas las fiestas de esta hermosa localidad. Durante la mañana de ese día, historia y leyenda se amalgaman dando como resultado un rito lleno de color y elegancia. El aire se llena con el orgullo de las piñorras, la bizarría de quienes las dirigen y la emoción de cuantos tienen el privilegio de contemplarlas. No obstante, para aquellos que quieran disfrutarlo sin quedarse en la anécdota, explicaremos las partes en que se divide este acto singular y hermoso, ancestral y vivo, hoy aún más que nunca, y con visos de seguir perdurando en el tiempo, a tenor de la expectación creciente, constatable año tras año, tanto entre quienes directamente son partícipes como entre quienes la disfrutan como espectadores.
Los orígenes de la Pinochada de Vinuesa
En la Pinochada de Vinuesa se rememora la lucha entre visontinos y covaledenses.
Cuenta la tradición que la imagen de la Virgen del Pino apareció sobre un árbol cuyas raíces se hallaban en un término municipal y su copa en otro, lo que originó el enfrentamiento por su posesión. Otras fuentes, sin embargo, sitúan su origen en la disputa por las mojoneras que limitaban ambos términos. Sea como fuere, en la refriega que se produjo, los hombres de Vinuesa llevaban la peor parte hasta que sus mujeres, armadas con ramas de pino (los pinochos), derrotaron a los de Covaleda.
El escenario de la ancestral batalla se simula en la Plaza Mayor y los combatientes son los miembros de las cofradías de Nuestra Señora del Pino, integrada por hombres casados, que en la disputa representan a los visontinos, y la de San Roque, constituida por hombres solteros, en el papel de los vecinos de Covaleda.
Su desarrollo tiene tres partes bien diferenciadas, que sin duda merece la pena conocer, con el fin de comprender y gozar del ritual en todo su significado, que es mucho. Todo está perfectamente marcado y establecido en los estatutos de ambas cofradías, aprobados por Fernando VI en el cuarto año de su reinado. Cada hermandad cuenta con capitán, alférez y sargentos. Ningún gesto sobra o falta.
Desarrollo y representación de la Pinochada
Por la mañana, muy temprano, dan “la vuelta” los Sargentos con las “bengalas” y música, y una vez reunidas las Cofradías con las autoridades, van los Sargentos y la música de la de Nuestra Señora en busca del Sacerdote que ha de celebrar la misa, para marchar todos a la ermita de la Soledad. Ofrecen en ella las autoridades, Capitán, Alférez y Sargentos de la Cofradía de la Santísima Virgen.
Terminada la misa, junto al “mayo” de la ermita, se organiza la marcha con dirección al centro de la Villa. Las músicas al frente, seguidas por los llamativos estandartes de ambas cofradías, precediendo a los cofrades armados y con sus rodelas, tras los que van las autoridades. Cierra el desfile el multicolor y numeroso grupo de mujeres ataviadas con el traje típico “la piñorra”, llevando en sus manos los pinochos que posteriormente emplearán como arma de combate.
La comitiva asciende por la Soledad y la Plazuela hasta la Plaza Mayor. Una vez en ella, los cofrades de los dos bandos contendientes entrarán por riguroso turno en la iglesia, para pedir a la Virgen Patrona un triunfo que de antemano saben cómo se reparte año tras año. Tras la breve oración se izan los respectivos estandartes en el balcón del Ayuntamiento: el de la Virgen a la derecha y el de San Roque a la izquierda.
Con los sones de la dulzaina y el tamboril, que interpretan una marcha de ataque, comienza el simulacro de pelea con el primero de sus actos, que podríamos denominar “danza de las Rodelas”. En cada bando un cofrade lleva una vistosa rodela, o escudo circular, los demás combatientes van agarrados uno a otro, con el sable desenvainado. Dan varias vueltas alrededor de la plaza en direcciones opuestas y llegan a encontrarse por tres veces; juntan entonces las rodelas, las levantan sobre la cabeza y cada cual descarga sablazos sobre su adversario, defendido por el escudo. Salidos del encuentro, gritan jubilosos los casados, cofrades de Nuestra Señora, que lanzan sus gorras al alto en señal de victoria.
Segundo acto de la Pinochada de Vinuesa
Comienza el segundo de los actos: como si los hombres hubieran buscado el refuerzo de las mujeres, son ellas las que también entran en la iglesia para implorar a la Virgen, llevando a la cabeza a los varones portadores de las rodelas. Primero las casadas, las siguen las solteras. Todas mojan sus pinochos en el agua bendita y con ellos golpean levemente la imagen de San Roque. Al salir en perfecto orden de combate, las capitanas, que son las esposas o las representantes de los primeros mayordomos, tremolan sus banderas sujetas a un pinocho sobre una boina puesta en tierra, con la que saludan después. Vuelve a oírse un paso de ataque, y tras describir algunos círculos alrededor de la plaza, por tres veces consecutivas se encuentran ambas formaciones entrechocando sus pinochos hasta que, finalmente, rompen en algarabía las casadas, simbolizando el triunfo sobre las solteras.
El tercer acto: la batalla de pinochos
Se produce una tregua en la contienda. Silenciada la música, los ejecutantes del ceremonial reorganizan sus posiciones. Comienza el tercero de los actos: la humillación de los capitanes. Así, los jefes de ambas cofradías, contactan sus rodelas y con una de sus rodillas postrada en tierra permitirán que las mujeres, dispuestas en dos filas, las golpeen con las ramas de pino. El ritmo de su ejecución, suave en el inicio, se intensifica y acelera, marcando el desenlace de este tercer episodio, que dará paso a la Pinochada de Vinuesa propiamente dicha.
Deshechos los ejércitos, las numerosas mujeres que los integran comienzan a repartir pinochazos a cuantos varones encuentran a su paso. Tratan de huir los hombres en cualquier dirección, para zafarse de los golpes, pero, finalmente, se rinden al inevitable pinochazo que las piñorras acompañan con la expresión “de hoy en un año”, al que los agredidos, y generalmente agradecidos, responden dando las gracias.
Sin duda, esta fiesta declarada de Interés Turístico Regional, bien merece tener un reconocimiento a nivel nacional, y en ello se está trabajando.
Por María Jesús Alonso Ramos
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